miércoles, 31 de diciembre de 2008

La carta que escribí mientras me mirabas, 364 días después...

Llegamos a los últimos días del año, y no puedo evitar empezar a estructurar mis nuevos propósitos para el año que viene. La niña que llevo dentro me vuelve a vencer y me descubro soñando como si no existieran las limitaciones, como si el puñado de ilusiones que me conseguí inventando y reinventando el curso de mi historia, (así de fácil como se inventa un cuento), fuera suficiente para convertirlo todo en realidad.

Nuevas ideas y proyectos se pelean por ocupar un espacio en mi mente… y ese brillo en mis ojos me delata de nuevo. Aquellos que me conocen más, lo distinguirían inmediatamente. Algunos resignados concluirían que no tengo remedio y no osarían preguntarme que estoy pensando. Pero no faltaría quién, dominado por la curiosidad, me preguntaría qué de nuevo hay en mi cabeza, arriesgándose con la ingenuidad de un niño, a ser por un buen rato el receptor de mis entusiasmos, a pesar de la posibilidad de ser contagiado por ellos.

Y así abstraída en ese mi mundo anticipado, percibo de pronto tu mirada… esa que no necesita preguntarme nada, porque ya conoce todo. La única que con una combinación perfecta de respeto, ternura y exhortación me devuelve a la sensatez necesaria para procesar la realidad, sin dejarme perder la visión de lo que aun es intangible.

Entonces inexplicablemente y con exacta sincronía, exponerme a tu mirada (que aun no aprendo a describir, aunque ya me es mas familiar que cualquier otra) libera a mi corazón de sus afanes, y lo libera también para seguir soñando.

Así que devuelta al equilibrio y con la mente lúcida, me he preguntado si antes de la lista de los nuevos propósitos, no debería registrar en mis recuerdos, para ver si encuentro aquella que hace un año, sin animarse a ser muy pretenciosa, describía mis sinceras intenciones para el año que hoy se esfuma.

Tomando valor entonces, enfrento aquella lista de propósitos que hoy con exactitud puedo saber si logré o no logré. Y pienso que podría resumirlos en una sola palabra que permanece implícita en cada uno de ellos: “éxito”. Éxito que me propuse alcanzar en las distintas áreas de mi existencia, la espiritual, la intelectual, la social y la física.

Quisiera decir que todos mis propósitos fueron cumplidos, pero no es así. Por un momento veo todo sombrío, y la palabra fracaso se avista amenazante, rondando mi corazón en busca de un lugar donde plasmarse. No pude con esto, ni terminé aquello, me digo repasando cada punto de esa lista, que preparé hace un año con el mismo entusiasmo con el que hoy nace la siguiente. Algo logré de todo, pero parece poder mas la tristeza por aquellos intentos infructuosos, que hoy por hoy, siguen siendo solo eso, intentos.

De nuevo mis ojos me delatan, ahora sombríos.

Así de pie, en esta línea divisoria entre un año y otro, un pasado y un futuro, en el que duele el tiempo perdido, y me ilusiona el por venir… me vuelvo a sentir expuesta a tu mirada. Y ahora es distinta, me miras como un padre satisfecho y orgulloso de mis logros, comprensivo y perdonador con mis intentos infructuosos.

Entonces me siento exitosa, ¡si! ¡Coronaré este año con éxito! Y no por haber cumplido al pie mis propósitos, no por que haya logrado acumular trofeos y riquezas, no porque haya sumado fama o tenga mas poder sobre otros. ¡Nada de eso! Éxito porque hoy, soy mejor que hace 364 días… por que mi espíritu es mas humilde que entonces, a fuerza de llorar muchas veces, a fuerza de tristeza que enmendaba mi corazón, aunque en su momento no me parecía.

Definitivamente hoy soy mejor que hace 364 días, me lo dice tu mirada, mirada de tu Espíritu sobre mi espíritu, y no por haber hecho mas canciones, o por haber terminado mas proyectos. Soy mejor que entonces porque no estuve quieta, porque mi crecimiento fue constante, porque aun esos intentos infructuosos, hoy dicen que no acepté rendirme, que cuando estuve sin fuerzas… me esforcé por algo, por muy mínimo que a otros les parezca, tú eres quien sabe la magnitud exacta, porque no ves tan solo la apariencia, sino la esencia, esa que hoy mi corazón exhala, como fragancia agradable delante de ti, en gratitud por no dejarme sola, con más adoración que nunca, porque te conozco ahora mas que antes.

Haré mi lista de propósitos nuevamente, así Señor mi Dios, mientras me miras, volveré a escribir aquellas cosas que el año que se va no logré, con renovadas esperanzas, con la confianza de que la mujer que hoy empieza este año nuevo, no es la que empezó el que hoy termina, es mejor… y es tu hija.

Becky Son
viernes, 19 de diciembre de 2008

Por qué "nada me faltará" no es lo mismo que "todo lo tendré"

Para muchas personas, ésta es una época de compras, regalos, adornos y comida deliciosa. Para otros de puras ilusiones… algún día tendré esto y aquello y me compraré esto y les daré a mi familia lo otro. Y hay otro grupo de personas, en el que nadie quiere estar, para el que ésta es una época de decepciones, de amargura, de envidia y resentimiento por no tener lo que tienen los demás.

Sin duda alguna todos nos ubicamos aunque sea en parte en alguno de estos tres grupos, y probablemente estemos padeciendo alguna ansiedad con respecto a las condiciones económicas que tengamos. Tener mucho, nos puede generar ansiedad por consumir, comprar, gastar, acaparar o incluso por dar. Tener solo ilusiones nos puede generar ansiedad por conseguir, obsesión, impaciencia y desesperación. Y no tener nada nos puede generar ansiedad por entender que pasa, por encontrar algún culpable de quién vengarse.

Y es que si nuestro bienestar o malestar, está determinado por la capacidad que tenemos de adquirir cosas, y nos empezamos a dejar convencer por la ideología de “mientras más tengas, mejor eres”, sin duda alguna que ésta época mas que cualquier otra nos generará tensiones. Por sentirnos mejor que otros, por fabricar aunque sea una apariencia, o por sentirnos menos que los demás.

El problema se agrava aun más, cuando sumamos a nuestras tensiones, el uso, o debería decir mal-uso de las promesas de Dios a sus hijos, como un pretexto para justificar nuestra avaricia. Decimos “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” Filipenses 4:13 como si fueran las palabras mágicas que harán que consigamos todo lo que se nos dé la gana, ignorando por completo el versículo 12 que enseña precisamente lo opuesto a esa actitud:

Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4:12 y 13)

Otro ejemplo de esto es el Salmo 23:1 Que probablemente muchos hemos recitado con la total certeza de que “nada me faltará” es exactamente lo mismo a “todo lo tendré” y entonces aplacamos nuestra ansiedad enfocándonos en ese futuro de ensueños terrenales fantasiosos. Sin embargo la aparente seguridad y paz de ésta equívoca interpretación, suele ser momentánea, desaparece una y otra vez con cada anhelo insatisfecho, y hasta nos puede hacer alejar de Dios cuando nos resentimos pensando que por alguna razón no nos está cumpliendo su promesa. Nos resulta incómodo detenernos en las palabras bíblicas como “padecer necesidad”, “en el mundo tendréis aflicción” o “aunque ande en valle de sombra de muerte” Nos resistimos a experimentar estas cosas, porque no queremos andar por fe, es más fácil andar por vista.

Nada me faltará, no es lo mismo que todo lo tendré, porque sencillamente hay muchas cosas que no nos hacen falta cuando nuestro bienestar depende de vivir en los propósitos perfectos de Dios para nosotros. Porque ese “Nada me faltará” según esos propósitos puede llegar a significar incluso “Riquezas me faltarán” o “salud me faltará” si en determinado momento Dios necesita desarraigar de nuestro corazón la avaricia, la soberbia o la insensatez, si esas circunstancias difíciles provocarán un cambio, un crecimiento en nuestro espíritu y en nuestra vida, seguramente Dios las permitirá y las usará. Dios es Padre, un buen Padre, y si te ha tomado como hijo te corregirá tantas veces como sea necesario. Hebreos 12:6 – 13.

Dios no tiene limitaciones, de él es el oro y la plata, podría volverte millonario de hoy a mañana. ¿Por qué no lo ha hecho? Porque nada vale más para El que la integridad de tu corazón, y no negociará eso por nada, ni con nadie.

Mi papá me dijo un día algo que cambió mi forma de calificar las bendiciones de Dios: “La gente le llama bendición a tener docenas de pares de zapatos, pero bendición es también que el único par de zapatos que tengas no se desgaste, que te duren lo que sea necesario hasta que venga un nuevo par” Y recordé que la Biblia dice que durante los 40 años que el pueblo de Israel estuvo en el desierto, sus vestidos y su calzado no se envejecieron. No tuvieron una mesa surtida de manjares de todo tipo, pero a diario tuvieron el maná como sustento. Nada me faltará para ese pueblo en el desierto, no fue jamás lo mismo que todo lo tendré. Deuteronomio 8:4, 29:5.

Cuando esta preciosísima verdad ha impactado tu vida, tú puedes estar en los más concurridos centros comerciales, pasar frente a las más hermosas mercaderías que quizás en ese momento no podrás comprarte, pero eso no traerá amargura a tu corazón. Habrás aprendido a descansar en la seguridad de un Padre amoroso que vela por ti, por cada necesidad que tengas, que por cierto conoce mejor que tu, y prioriza distinto que tu. Para ti la necesidad mas apremiante puede ser tener una casa propia, para El será formar en ti un corazón paciente y agradecido, cuyo contentamiento no depende de cosas destructibles, y que no se cree el cuento de “mientras más tengas, mejor eres”.

Cerraré ésta nota con palabras de Jesús, mi Señor, mi maestro, mi amado. Palabras no tan predicadas como otras, pero tan ciertas como todas, y que con ellas Dios extienda a tu corazón la armoniosa paz de su Espíritu, que sobrepasa todo entendimiento, y anula toda ansiedad:


También dijo:
–Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas.
Lucas 12:15 (Recomiendo leer todo el capítulo 12)
lunes, 10 de noviembre de 2008

LA NO-RECETA DE CÓMO VENCER EL DESÁNIMO

Estoy aquí sentada nuevamente frente a mi computadora, pensando… pensando… y volviendo a pensar en al menos una docena de cosas que tengo que hacer este día. Una vocecita muy dentro trata de emerger de entre la densidad de mis ideas revueltas para decirme que debo empezar a trabajar ahorita mismo o se me pasará el día sin haber producido nada, pero por alguna razón hoy no encuentro el switch para arrancarme los motores.


Me atrevo a confesar esto que para algunos parecerá una debilidad, porque estoy segura que habrá otros que se identificaran conmigo. No faltará quien me critique y le parezca absurdo que una cantante cristiana pueda tener este tipo de flaquezas y tal vez absurdas imperfecciones, pero yo quiero expresarlas por aquellos que necesitan saber que todos pasamos por momentos así en la vida, y a los cuales yo creo que les puedo aportar alguno de los beneficios aprendidos de mi propia experiencia.


Según he aprendido a través de años de experimentos que he realizado en mi romántico pero objetivo análisis de la vida (porque se puede ser ambas cosas a la vez eh), la diferencia entre quienes superan o no superan los ataques del desánimo es una palabra, o más que ello una acción: ESFUERZO. Y ya que sin duda querrán saber la aplicación exacta de esta fórmula en su propia vida, tendré que contarles primero de donde la saqué.


Mi Padre me escribió una carta hace mucho tiempo, en ella compiló sus mas importantes instrucciones para mi vida. No la escribió solo por dejarme un simple y frío manual de conducta al que yo pudiera alinearme y de esa manera evitarme muchos fracasos, la ilustró con historias verídicas y anécdotas fascinantes de leer, se aseguró que yo pudiera percibir su amor expresado en cada una de sus palabras, hacerlo le llevó mucho tiempo, pero lo hizo con dedicación porque sabía que cuando esa carta estuviera en mis manos, nada ni nadie jamás me podría convencer de que él no me ama, o de que está lejos, o de que no le importo.


Así que les compartiré unas palabras extraídas de la carta de amor de mi Padre, porque de allí aprendí que el desánimo mis amigos, se ataca de frente y firmemente con esto que se llama Esfuerzo.Algunos podrán estarse preguntando como yo lo hice una vez “¿Y donde lo fabrican o donde lo venden? Por que hoy parece que se me acabaron todas las reservas.” Pues he aquí, ¡descúbranlo!:

El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.

(Para ver mas el link es Isaías 40:29)

El día que yo leí esas palabras por primera vez, y llegué a la parte “Fuerzas al que no tiene ningunas” grité para mis adentros ¡Esa soy yo!... pues si, era un día difícil en que mis reservas se habían agotado totalmente, pero ya mi Padre lo había previsto, así que dejó claro en su carta que cuando eso pasara, las fuerzas vendrían de él. No tuve mas que pedírselas, ¿te pareció muy simple? Pues a lo mejor esperabas una receta con 10 pasos secuenciales, ponga aquí, agregue esto y mezcle allá. Pero no es así, Dios las da, entonces pídeselas si sientes que no las tienes. Y no esperes una descarga eléctrica o una visión sublime para saber que ya llegaron, empieza a actuar creyendo que ya las tienes, justo en ese momento estarán allí, depositadas en ti mismo desde la cuenta celestial de Dios.


He aprendido que las fuerzas aparecen en el momento de esforzarte, no antes, no después. Justo cuando decides accionar, actuar, usar esas fuerzas que piensas que no existen, es un evento de perfecta sincronización. Tu pides y Dios da, tu accionas en función de lo que sabes tener ahora, y lo invisible se hace visible.

Haré eso exactamente ahora mismo, pediré y luego me esforzaré de frente y firme contra el desánimo, si tú pasas por algo similar, te recomiendo hacerlo también y nos vemos por aquí otro día compartiendo cosas nuevas.

¡!Hasta pronto!!

Becky Son

miércoles, 5 de marzo de 2008

CORAZÓN HUMILDE

No fue lo que soñé tener…

Cuando mi vida despertaba a los sueños

No lo consideré necesario

En mi travesía hacia la felicidad.


Pero encontré que allí estaba

Quieto, sereno y silencioso

Dentro de mi… muy dentro

Esperando una oportunidad.


Lo encontré por poquitos.

A fuerza de golpear el suelo

Y convencerme en contra mía

De mi gran fragilidad.


Un día le hice un espacio

Y le dejé opinar sobre mí

Fue mi primer escalón

Hacia la sensatez.


Entonces le dejé enseñarme

A ver la vida y a la gente

Y allí… solo allí fue entonces

Que empecé a descubrir la paz


Pero aun obtuve mayor dicha

Cuando descubrí que Tú lo amabas

Que te acercaste justo el día

En que yo le hice un lugar


No fue lo que soñé tener

Pero me es imprescindible

Porque Tú Señor lo amas

Y es lo que mas cuidas en mí.


Es un CORAZÓN HUMILDE

Enseñado a latir por amor

Corazón capaz de estar muy triste…

¡Y corazón capaz de ser feliz!


Becky Son

A Poesías Aspirantes, Guatemala, 4 de marzo 2008-03-04

jueves, 21 de febrero de 2008

CUANDO ROMPES EL SILENCIO (Soneto)

Cuando rompes el silencio

Mi corazón respira de nuevo

Me bebo el aire con el alma

Como sediento al agua.


Cuando rompes el silencio

Se reinventa mi esperanza

Descubro la luz de nuevo

Como el día en que nací.


Rompe el silencio cuando me ahoga

Rodéame de sol y melodía

Recuérdame que a la noche sigue el día.


Rompe ese silencio que no es falta de sonido

Sino ausencia, agonía de almas separadas

Que Tu puedes romper si te acercas, aunque no digas nada.


Becky Son (Poesías aspirantes)
domingo, 27 de enero de 2008

EL DESCUBRIMIENTO DE UNA ESTRELLA

Estaba allí, suspendida en el universo, muy quieta pero alerta… expectante, porque en cualquier momento aparecería alguna estrella fugaz rompiendo las tinieblas, veloz, certera… aunque momentánea,… breve, pero resplandeciente.

Cada vez que ella veía una estrella fugaz, soñaba con ser una de ellas, y brillar, y arder… y volar veloz surcando el infinito. Se consumiría sin duda y desaparecería, pero habría sido hermosa, y la habrían visto todos aunque sea un instante.

Ella se sabía opaca, parecía inerte, sin embargo en su interior había vida, ¡vida! Tan diversa como la de un jardín de primavera. Había un corazón latiendo henchido de virtudes, sentimientos y emociones, pensamientos y opiniones. Había melodías y poesías, sueños y proyectos ¡tantos proyectos!

El tiempo pasó imperceptible, (porque así es allá en el cosmos), y nuestra aspirante a Estrella Fugaz un día se cansó de soñar, se cansó de esperar una llama que la encendiera y empezó a rendirse, a quedarse dormida… y en la galaxia quedarse dormido es muy peligroso, porque a los que están dormidos los atrapa el silencio, y se corre el riesgo de nunca despertar.

Para su fortuna aun no se había dormido completamente cuando escuchó una voz, primero parecía lejana, pero luego se volvió muy potente:

- “¡Estrella!... ¡Estrellita…!” y abrió entonces los ojos para ver quién hablaba…

- “Ah… eres tú…” le dijo al Sol que le sonreía, “¡Qué lejos te veo, no sé cómo pude oírte! ¿Viste una estrella por aquí?

- ¡Así es! Te vi, parece que te estabas durmiendo…

- ¡Debes estarte burlando! Yo no soy una estrella, ¿o es que no sabes cómo son las estrellas?

- “Sé quién es una estrella desde la primera vez que la veo”. Le contestó el Sol muy seguro.

- Pues no parece, ¿sabes? ¡Las estrellas arden y brillan, y vuelan veloces de un extremo al otro! Son estupendas… suspiró melancólica.

- ¡OH no! Ese tipo de estrellas no me parecen estupendas, se consumen, se disuelven entre la nada, ¡Tú naciste para ser una estrella de verdad!

- Jajaja! Una estrella sin luz no es una estrella ¿sabes? ¿Quién la vería así?

- ¡Tienes razón! Pero si tuvieras luz propia te consumirías, serías una estrella fugaz como tantas que van y vienen, pero su existencia es tan banal y su fulgor tan transitorio. ¿Por qué querrías ser una estrella así?

- Entonces nadie más que Tú tiene una razón de ser, eres el único que arde sin consumirse.

- ¿Ves ese planeta azul?- Continuó el Sol- Es la tierra, está llena de vida, cuando allí es de día todos pueden verme, pero cuando cae la noche… todas mis estrellas se preparan para una labor muy noble: reflejar mi luz, si no lo hicieran, la tierra por las noches quedaría en tinieblas.

- ¡Guauuu!- Exclamó nuestra incógnita estrella, - ¡eso sí que es ser importante!

- ¿Ves a tu alrededor? Le dijo el Sol enternecido ante la candidez de su oyente – Todas ellas son estrellas, a ti no te parecen tan espléndidas como una estrella fugaz, pero todas están llevando mi luz a la tierra, ¡son un ejército que brilla en medio de la noche! Y ¿sabes? Nunca van a consumirse, porque aprendieron a brillar con mi luz, y no a arder por sí mismas.

- ¡Sol! ¡Cómo me gustaría ser una de tus estrellas! ¿crees que yo puedo reflejar tu luz al mundo?

- ¡Claro que puedes! – Le contestó el Sol - Afortunadamente pude evitar que te durmieras, si hay vida en tu interior, puedes ser mi estrella, porque proyectarás mi luz a la tierra a través de tus virtudes, los humanos reciben la luz a través de acciones, de palabras, de música, de creaciones y proyectos. ¡Así se comunican, es el canal en que mi luz se dispersa entre ellos!, por eso el resplandor de cada estrella es distinto, y ¿sabes? Por eso también debo darte un nombre, pues para mí ninguna estrella es igual a otra.

- Un nombre… nunca tuve uno, -suspiró la estrellita - ¿qué nombre me darás entonces?

- Becky… ese será tu nombre, y desde ahora, serás mi estrella y reflejaras mi luz sobre la noche del mundo.

Así fue como ésta Estrellita de Dios nació un día en el universo, y empezó a brillar con una luz que no es de ella, pero que es la única forma de resplandecer sin terminar disuelta entre la nada. Aun ve aparecer de vez en cuando una que otra estrella fugaz rompiendo las sombras, pero lejos de admirarla y querer ser como ella, siente una profunda tristeza y compasión, porque estas estrellas escogieron brillar por sí mismas, y se están consumiendo en el intento.

"Si algún día me ves brillar... y decides admirarme, antes de hacerlo debes conocer éste secreto, ésta luz no me pertence, es del unico ser que puede arder sin consumirse, El Sol... no el de la vía láctea, El Sol del Universo entero, El Rey de Reyes y Señor de Señores".

1Co 15:41 Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en resplandor.

El es el Dios que a las estrellas llama por su nombre… (Extraído de Job)

Edición: Cuentos de Bky no.4 2,007

EL REGRESO DEL SOL


La noche llegó helada escondiendo sus estrellas,

Y no pude evitarla…

Debí seguir al Sol cuando lo vi alejarse en el ocaso,

Correr… volar si hubiera sido necesario,

Pero solo quedé allí

Parada indiferente,

Sintiéndome segura de mi suerte.

Me extrañaba el Sol y vi correr su sangre,

Bañando las montañas…

Herido me llamaba y no quería dejarme

Adiós…. Pensé que me diría,

Pero solo me miró en silencio,

Y yo… soberbia… sin sentido

Dejé que se marchara y no supe detenerlo.

Sin más, le di la espalda a sus últimos destellos,

Y entonces reaccioné espantada

La noche había venido sin aviso.

Me volví tras mi Sol… pero era ya muy tarde

Se había ido… ¡estaba sola!

Rodeada de tinieblas y de abismos

Sin distinguir salidas ni caminos.

No presentí que al irse, su luz se llevaría

Y sus caricias tibias sobre mi piel…

Temblé de frío, de soledad y miedo,

En medio de las sombras de mi funesto duelo.

Lloré pero era tarde

Sin Sol no habría luz, caricias ni consuelo

Solo su sangre roja en mi último recuerdo.

Desvanecí mis fuerzas sobre el suelo,

Y helándome por dentro de tristeza

Mas por no estar mi Sol que por el hielo

Me quedé dormida…o tal vez muriendo,

Absorbida por la sombra en mi agonía lenta

Sin ganas de luchar… fui desapareciendo

Y la negrura me sorbía hambrienta.

Presa la inconciencia del dolor y el miedo

Me pareció un momento…

Solo por un momento entre mi oscuro sueño

Que el beso de mi Sol había vuelto

Luché por despertarme y por encontrarme a tiempo

De abrir mis ojos luego y entonces poder verlo

Apenas mis retinas reaccionaban y era cierto.

Allí estaba mi Sol brillando Majestuoso

Iluminando el cielo… Soberano y Pleno

Con su serenata de vientos entibiados

Trayéndome de vuelta los colores y los sueños

Y yo volví a nacer y volví a enamorarme

Descongelándo a tiempo mi corazón en riesgo

Logré ponerme entonces sobre mis pies de nuevo.

Bailaré la danza de la vida ahora

A la cálida luz de un amor encendido

Amo al Sol de un largo día sin ocaso

Y volaré en sus alas para siempre

Iré hacia donde vaya aunque rodee el mundo

En un amanecer interminable

Ya no habrá noche fría que pueda congelarme.



Becky Son, Julio 2007

Edición: Poesías Aspirantes. Abba Proyectos 2,007

viernes, 25 de enero de 2008

Dos noches, un trono, la pintura y el pintor

Soy la poseedora de una hermosa historia. Si mi vida fuera una pintura, los colores mas brillantes resaltarían en ella. También habría sombras, pero lejos de perjudicar el cuadro le darían un aspecto tridimensional. Después de todo la belleza se aprecia mejor gracias al contraste.

De pie hoy frente a la inmensa obra de arte, me invade un sentimiento muy antiguo, pero que yo conocí no hace mucho: plena satisfacción. Es muy probable que si alguien mas ve mi pintura haga una mueca de negación y desagrado, pues cada quien tiene su propia escala de valores y juzga de acuerdo a ellas, en comparación a su propio modelo ideal preestablecido. Le comprendería sin problemas y sin resentimientos, ¡hasta yo misma reaccioné así por un tiempo! Esperando poder sonreír cuando el paisaje cambiara, ignorando que quien tenía que cambiar era yo.

Debe ser ya de madrugada, tengo una vaga idea del tiempo transcurrido desde que me acosté a la media noche, no creo haber dormido mucho, pero mi mente está muy lúcida y despierta. Esta noche me trae otra noche, hace muchos años en Xela, cuando yo tenía unos 7. Mi hermanito Eduardo dormía en su cama a la par, oscuridad y silencio... como ahora. No recuerdo bien en qué pensaba, pero recuerdo que estaba triste, tenía la mirada fija en la silueta obscura de la antigua máquina de coser de mi mamá, que estaba a los pies de mi cama. Allí sumergida en mi pequeño mundo de niña, de pronto percibí que había alguien parado detrás de la máquina, levanté los ojos...y lo vi.

Sólo pude verlo unos pocos segundos porque instintivamente me escondí entre mis chamarras. De los detalles de su ropa o su rostro pude notar muy poco: un vestido blanco, un manto azul, y sus ojos, o mas bien su mirada fija en mí, proyectándome la serenidad del universo, combinando la autoridad y la ternura no se como. Debajo de mis colchas con el corazón latiéndome muy rápido escuché su voz: “YO SOY TU DIOS... Y SOLO YO”. Mi cerebro procesó el mensaje lentamente después de la voz: “yo soy tu Dios... y solo... yo” ¡Entonces debe ser Jesús! Pensé. Y pudiendo más la curiosidad que el susto saqué despacito la cabeza para ver... se había ido.

Al día siguiente le conté a mi mamá sobre la singular visita, le pregunté qué significaba lo que él me dijo, y ella me respondió sin complicar para nada el mensaje, que Dios no quería que yo amara algo más que a El, pues todo lo que se ame mas que a El se convierte en un ídolo. Eso tenía sentido, pues esa noche yo me había acostado triste porque mi hermano me había roto el póster de “Los Chicos”, lo único que yo había logrado tener de éste cuarteto de cantantes a pesar de mis constantes súplicas y lloriqueos pidiendo los discos, ir al concierto y toda aquella fiebre de artículos que vino con ellos.

Yo no lo supe entonces, pero esa noche Dios estaba poniéndole la etiqueta al archivo donde se guardaría mi historia. Estableciendo su propósito conmigo. Resumiendo en una sola frase sus objetivos para mi vida. Era sin duda el lado de mí con el que más tendría que trabajar, pero no se rendiría. Así le tomara muchos años, El conseguiría sentarse en el trono de mi corazón.

24 años después de aquella noche, me encuentro hoy otra vez en una habitación a obscuras. Mis hijos duermen a mi lado. Mis ojos perciben las sombras serenas y deliciosas de la noche, pero yo solo puedo absorta contemplar la maravillosa pintura de mi vida: En la parte de arriba tiene escrito el tema: “YO SOY TU DIOS... Y SOLO YO”, y luego la firma del pintor se lee: “Jesús...”. Entonces me doy cuenta que no estoy sola, otra vez está El aquí conmigo, trajo la pintura para que yo pueda ver como va. Si, también El se siente satisfecho ¡cómo hemos avanzado! Sin duda sabe lo que aun debe agregarle, El es el artista... El Pintor, completará la obra.

Sonrío ante el paisaje, mientras mi espíritu baila, ¡canta!.. ¡celebra!, y su Espíritu baila conmigo, de pronto éstas cuatro paredes no pueden limitarme, no estoy en éste cuarto sino en el universo. Esto me ha sucedido antes... ¡sí! Es su presencia, se me hace cada vez mas familiar. Mi voz de pronto interrumpe los reverentes sonidos nocturnos, y temblando como una novia enamorada, apunto de llorar y apunto de reír, 24 años después de aquella noche, con absoluta certeza he respondido: “Sí Señor... TU ERES!”

Sin embargo el viaje desde aquella noche hasta esta, no ha sido fácil para El ni para mí. Cuando fui adolescente llegué aun a dudar de su existencia. No se donde aprendió este corazón a cuestionarlo todo, y no se puede poner en el trono a alguien en quien no se cree totalmente, así que si el trono se queda sin rey es fácil que cualquiera lo suplante. Luego creí en Dios de verdad, pero no podía entenderlo, no se quien le dijo a mi corazón pretencioso que tenía que entenderlo todo. Tampoco se puede poner en el trono a alguien cuando se quiere saber mas que El. Así que el trono vacío siempre era aprovechado por alguien o por algo mas, incluso lo llegué a ocupar yo misma. Jamás me sentí tan torpe como entonces.

Así muchos reyes pequeños y grandes pasaron por el trono de mi corazón. Todos fracasaron, me fallaron y me traicionaron, porque ninguno me enseñó a ser feliz, y eso era todo lo que yo quería. Pero en fin yo siempre volvía a darle el trono a otro rey, pues existe sin duda algún mecanismo de defensa del corazón inseguro, que necesita aferrarse a algo por útil o inútil que sea. Estamos programados desde el momento justo de nuestra creación para encontrar la plenitud de la vida SI Y SOLO SI Dios ocupa el trono. De lo contrario, nada ni nadie por maravilloso, exitoso o noble que parezca hará que el sistema funcione.

Por supuesto jamás reconocí públicamente a los reyes suplantadores, en cualquier momento que tuve que decir que Jesús era mi Señor, lo dije, ¡y muy convencida!. Tristemente no era así, y Dios lo sabía. Su diagnóstico para mí estaba escrito en Isaías 29:13: “Dice pues el Señor: porque este pueblo se acerca a mi con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mi no es mas que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”.

¿Quién me oyó orar? Le oraba a Dios. ¿Quién me escuchó hablar? Hablaba de Dios y muy bien. Si le hubieran preguntado a mis amigos ¿conocen a alguien que tema a Dios? Habrían respondido: Becky. No fingía, simplemente estaba convencida de que mi relación con Dios era la correcta, pero El no se conformaría con aquello. Dios quería el trono de mi corazón y no haría excepciones con nadie que tuviera que ser destronado, hasta que El lo ocupara.

Hizo conmigo como con Abraham: Su esposa fue estéril y ellos soñaron con un hijo mas que con cualquier otra cosa, Dios les prometió no uno sino una nación. La promesa llegó y nació Isaac, Abraham y Sara no podían ver otra cosa que no fuera ese bebé, ¿No era el mas lindo de la tierra? Lo habían esperado toda la vida... empezó a caminar y a hablar, y cada vez era mas gracioso, inteligente y ¡cómo se parecía a ellos!. Pero un día Dios le pidió a Abraham que sacrificara a su hijo en un altar. Sin duda miles de sentimientos turbaron la vida de ese hombre, quizás llegó a pensar: “No tengo que hacerlo, esto no viene de Dios, no es razonable, ¿por qué quitarme lo que El mismo me dio?”. Pero Dios lo estaba probando, quería el trono de su corazón, (que podría ocupar el niño).

Abraham estaba ante una difícil decisión ¿sería un padre abnegado o sería un hijo obediente? Decidió ser un hijo obediente aunque le costara su mas bello sueño de ser padre. Pero cuando Abraham fue un hijo, Dios fue un padre y entonces salvó a Isaac, sabía que le diera lo que le diera a aquel hombre, nada podría quitarle el trono de su corazón era suyo por sobre cualquiera.

Yo también le di a mi Isaac y le di por fin el trono de mi corazón. Pero jamás podré darle a El mas de lo que el me da a mí, así que entonces Dios me dio el tesoro de la vida, lo abrí y había allí joyas de todos colores, tamaños y diseños. Una de ellas se llama libertad, otra se llama gozo, hay una que constantemente busco para ponerme: se llama paz, joyas de valor incalculable. Me dio el tesoro que busca el hombre mas rico del mundo y el mas pobre, el tesoro que buscan los mas famosos y hermosos. ¡Me lo dio a mi!, y no conforme, el Dios que ahora es mi Dios y también mi padre, me devolvió a Isaac, y me añade cada día regalos que antes yo procuré con afán y dolor. ¡Siempre quiso dármelos! Pero era necesario primero sentarse en el trono, y estar seguro de que nada volvería a quitarlo de allí.

La felicidad llegó a mi corazón, cuando mi corazón encontró al verdadero Rey y se convirtió en un súbdito, el Rey decidió que no solo sería el Rey, sería un Padre y yo sería su hija. Lo menos que puedo hacer ahora es vivir por ese Rey y por su reino, pero siempre quedaré en deuda porque me dará recompensas, por mas que le de todo lo que tengo y todo lo que soy, El siempre tendrá algo mas para mí.

Soy poseedora de una hermosa historia de amor, en la que conocí a un Rey que no solo peleó por mí, sino me peleó a mí con amor rotundo. ¿Se podrá levantar alguien para decirme que mi vida no es bella?, es la historia bella, que quiso plasmar en colores un romántico Pintor. Hoy vino a mostrarme su esmerada pintura... y estoy maravillada la empezó una noche como ésta, hace 24 años, cuando dispuso el tema y preparó el pincel.

Son las 4 de la mañana, el sueño ha vuelto. Dormiré plácidamente, mi corazón está seguro gobernado por su Rey, un Rey inalterable, invencible, a veces también inexplicable... pero ya no lo cuestiono, confío. Después de todo es también mi Padre, elegirá lo que sea mejor y mientras le obedezca estaré bien. El Rey que no se rinde cuando ama, y que jamás me dejará de amar. Cierro los ojos y sobre mi almohada recuesto mi cabeza, han vuelto los sonidos reverentes de la noche, y el aire me trae el arrullo de una dulce canción, dice: “Duerme confiada mi princesa, descansa... yo te cuido... YO SOY TU DIOS Y SOLO YO”


Becky Son
Escrito: Octubre 2,006.