miércoles, 18 de marzo de 2009

¡Trágame tierra!

Era mi examen final de educación física, y debía cruzar el pasamanos o escalerilla de un lado al otro. Tenía 13 años y aunque mi cuerpo era delgado mis brazos no podían soportar mi peso, jamás lograba pasar ni a la tercera barra.



Justo en el área en que estábamos, el instituto donde estudiaba tenía en vez de pared una malla por la que cualquiera podía ver desde fuera hacia adentro, y para mi infortunio, alumnos de un instituto para varones cercano, habían salido temprano de clases, por lo que al momento de mi examen había unos quince muchachos haciendo de público desde la malla muy atentos especialmente a ver como las chicas, vestidas con pantalones cortitos (era el uniforme), nos enfrentábamos al desafío.



Mi turno llegó a pesar de desear con todo mi corazón que en ese momento empezara a llover, que al profesor lo llegara a buscar su esposa o su mamá, o que suspendieran las clases por amenaza de terremoto. Pero mientras caminaba hacia el metálico monstruo, de pronto se encendió en mi un coraje que me nacía desde no se donde y que para bien o para mal, me empujaba a hacer cualquier cosa. Me propuse pasar ese pasamanos a como diera lugar.



Subí hasta poder sujetar la primera barra, y me preparé para empezar mi “acrobacia”. Pensé que si me daba suficiente impulso podría lograrlo, así que me columpié con toda la fuerza que pude, mi cuerpo llegó a estar casi en posición horizontal debido al impulso, pero lamentablemente mis brazos seguían siendo mis “débiles brazos”, me solté de la barra, y salí volando. Para no caer de espaldas me dí vuelta como pude “en el aire” en un acto reflejo, y ya casi boca abajo golpeé el fango de polvo seco del suelo con la panza. Cuando me levanté mi uniforme blanco se había vuelto de color café y en ese momento escuché la orquesta de carcajadas mas estruendosa de mi vida.



¡Trágame tierra! Cuantos no hemos dicho eso alguna vez ante un bochorno, quisiéramos literalmente desaparecer del mapa en un instante y volver cuando todo haya quedado en el olvido. Hay sin duda situaciones en la vida difíciles de enfrentar, especialmente aquellas en las que nuestro ego u amor propio ha salido herido, porque nos encantaría que todo lo que hacemos y decimos nos salga bien el 100% de las veces, pero la realidad, es que no siempre es así, es mas, a veces las cosas nos salen realmente mal, o por lo menos no como esperábamos.



Recientemente pasaba por circunstancias difíciles, mucho mas serias que mi aparatosa caída del pasamanos, y me escuché a mi misma diciendo de nuevo "¡trágame tierra! ". No sabía como enfrentarme a las adversidades y hubiera querido desaparecer mientras todas las piezas encajaban nuevamente en su lugar por sí solas. Este nuevo "¡trágame tierra!" escondía mucho más temor e incertidumbre que el de mi caída, pero fue justo a través de él, que mi Abba Padre quería hablarme. ¡Trágame tierra! pensé… ¡trágame tierra! un eco respondió llevándome completamente a una nueva connotación de esta frase, y las siguientes palabras de Jesús llegaron directamente a mi entendimiento:



“De cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” Juan 12:24



Inmediatamente me puse a buscar lo que significa éste pasaje, para mi gran sorpresa, encontré la siguiente información:



Las semillas de muchas especies habitualmente atraviesan por un período de inactividad o latencia. Durante esta etapa, el embrión mantiene una mínina respiración y es cuando está mejor capacitado para resistir las condiciones desfavorables del medio.

El proceso de germinación, es esencialmente la reiniciación del crecimiento del embrión una vez superado el período de latencia y cuando las condiciones de temperatura, luz, disponibilidad de oxígeno y agua son las adecuadas. No obstante, ciertas especies presentan semillas que aún en condiciones favorables no germinan, se las denomina semillas dormidas. (Fuente).



El panorama no podía ser mas claro para mi, necesitamos morir bajo tierra, para empezar el proceso hacia esa abundante cosecha que nuestro potencial es capaz de producir. Como el grano al ser sembrado pasa por un letargo que le permite resistir las adversidades climatológicas para luego germinar y apropiarse de su terreno, los momentos más oscuros de nuestra vida no tienen por qué significar nuestro fin, pueden ser justo nuestro principio. La crisis puede ser precisamente la que determine que las piezas encajen en su lugar. El mismo pasaje en el siguiente versículo complementa la paradoja diciendo:



“El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna.” Juan 12:25 Versión DHH.



El mismo Jesús, ilustró este hecho, cuando murió crucificado, su muerte era necesaria para poder traer la vida a la humanidad. Si nosotros aprendemos a ver nuestra crisis, nuestro amor propio herido, nuestro orgullo por el suelo, como ese letargo del grano de trigo en el que se prepara para hacer brotar su primera raíz, desde la perspectiva de Dios, lejos de parecer que estamos al borde de una tragedia, nos lograremos ver posicionados dentro de un proceso que tiene sentido y propósito y que tiene un fin emocionante y satisfactorio. Nuestro ¡trágame tierra! no será el mismo ¡trágame tierra!, porque será el ¡trágame tierra! de un grano de trigo, que necesita ser sembrado para alcanzar su máxima realización y convertirse en una dorada espiga algún día.



Pero ojo que hay semillas dormidas, aquellas que se quedan en su letargo, que jamás superan esta etapa del proceso, y por lo tanto jamás germinarán, son aquellos granos que jamás comprendieron que en medio de lo difícil que pasamos, es donde aprendemos a sobreponernos a nuestras vulnerabilidades, a renunciar a nuestra propia manera de hacer las cosas, para recibir la guía de Dios, aun cuando eso implique desprenderse de cosas que nos gustan, pero que estorban el obrar de El en nuestra vida. Entonces jamás nos aferremos a ellas impidiendo que el proceso continúe, para que no nos quedemos infértiles para siempre.



Así es pues, mis queridos amigos, espero que éstas líneas aporten algo bueno a su vida, y que sus próximos ¡trágame tierra! (ya sean graciosos como mi panzaso histórico en el instituto, o sean aflicciones en las que es difícil sonreír ) los enfrenten con la humildad de un corazón moldeable para Dios, y una actitud optimista de que todo es parte de un proceso suyo en nuestra vida. Que nuestros "trágame tierra", sean los de un grano de trigo, que necesita morir, para vivir y dar por fin el fruto para el que fue dispuesto desde su creación.

Becky Son
lunes, 16 de marzo de 2009

Becky, una canción en lo secreto (Biografía)

Becky Son, cantautora cristiana Guatemalteca, fue llamada a servir a Dios a los 7 años de edad en un encuentro personal con Jesús que marcó el rumbo de su vida y ministerio. Sus padres cristianos y con aficiones musicales para el canto, piano y guitarra, crearon un ambiente hogareño que fue de gran influencia para el desarrollo de sus habilidades y vocación.



En su natal Quetzaltenango, su primera preparación musical empieza a los 10 años, con la pianista cristiana Clemencia Custodio, quien le enseña a leer e interpretar al piano música de compositores clásicos, como Beethoven, Bach, Haendel, Lizt y otros, así como la himnología cristiana de todos los tiempos. Durante 4 años consecutivos, Becky educó y afinó su oído musical con grandes autores, desarrollando una riqueza melódica que es notoria ahora en sus propias composiciones de estilo contemporáneo.

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