domingo, 27 de enero de 2008

EL DESCUBRIMIENTO DE UNA ESTRELLA

Estaba allí, suspendida en el universo, muy quieta pero alerta… expectante, porque en cualquier momento aparecería alguna estrella fugaz rompiendo las tinieblas, veloz, certera… aunque momentánea,… breve, pero resplandeciente.

Cada vez que ella veía una estrella fugaz, soñaba con ser una de ellas, y brillar, y arder… y volar veloz surcando el infinito. Se consumiría sin duda y desaparecería, pero habría sido hermosa, y la habrían visto todos aunque sea un instante.

Ella se sabía opaca, parecía inerte, sin embargo en su interior había vida, ¡vida! Tan diversa como la de un jardín de primavera. Había un corazón latiendo henchido de virtudes, sentimientos y emociones, pensamientos y opiniones. Había melodías y poesías, sueños y proyectos ¡tantos proyectos!

El tiempo pasó imperceptible, (porque así es allá en el cosmos), y nuestra aspirante a Estrella Fugaz un día se cansó de soñar, se cansó de esperar una llama que la encendiera y empezó a rendirse, a quedarse dormida… y en la galaxia quedarse dormido es muy peligroso, porque a los que están dormidos los atrapa el silencio, y se corre el riesgo de nunca despertar.

Para su fortuna aun no se había dormido completamente cuando escuchó una voz, primero parecía lejana, pero luego se volvió muy potente:

- “¡Estrella!... ¡Estrellita…!” y abrió entonces los ojos para ver quién hablaba…

- “Ah… eres tú…” le dijo al Sol que le sonreía, “¡Qué lejos te veo, no sé cómo pude oírte! ¿Viste una estrella por aquí?

- ¡Así es! Te vi, parece que te estabas durmiendo…

- ¡Debes estarte burlando! Yo no soy una estrella, ¿o es que no sabes cómo son las estrellas?

- “Sé quién es una estrella desde la primera vez que la veo”. Le contestó el Sol muy seguro.

- Pues no parece, ¿sabes? ¡Las estrellas arden y brillan, y vuelan veloces de un extremo al otro! Son estupendas… suspiró melancólica.

- ¡OH no! Ese tipo de estrellas no me parecen estupendas, se consumen, se disuelven entre la nada, ¡Tú naciste para ser una estrella de verdad!

- Jajaja! Una estrella sin luz no es una estrella ¿sabes? ¿Quién la vería así?

- ¡Tienes razón! Pero si tuvieras luz propia te consumirías, serías una estrella fugaz como tantas que van y vienen, pero su existencia es tan banal y su fulgor tan transitorio. ¿Por qué querrías ser una estrella así?

- Entonces nadie más que Tú tiene una razón de ser, eres el único que arde sin consumirse.

- ¿Ves ese planeta azul?- Continuó el Sol- Es la tierra, está llena de vida, cuando allí es de día todos pueden verme, pero cuando cae la noche… todas mis estrellas se preparan para una labor muy noble: reflejar mi luz, si no lo hicieran, la tierra por las noches quedaría en tinieblas.

- ¡Guauuu!- Exclamó nuestra incógnita estrella, - ¡eso sí que es ser importante!

- ¿Ves a tu alrededor? Le dijo el Sol enternecido ante la candidez de su oyente – Todas ellas son estrellas, a ti no te parecen tan espléndidas como una estrella fugaz, pero todas están llevando mi luz a la tierra, ¡son un ejército que brilla en medio de la noche! Y ¿sabes? Nunca van a consumirse, porque aprendieron a brillar con mi luz, y no a arder por sí mismas.

- ¡Sol! ¡Cómo me gustaría ser una de tus estrellas! ¿crees que yo puedo reflejar tu luz al mundo?

- ¡Claro que puedes! – Le contestó el Sol - Afortunadamente pude evitar que te durmieras, si hay vida en tu interior, puedes ser mi estrella, porque proyectarás mi luz a la tierra a través de tus virtudes, los humanos reciben la luz a través de acciones, de palabras, de música, de creaciones y proyectos. ¡Así se comunican, es el canal en que mi luz se dispersa entre ellos!, por eso el resplandor de cada estrella es distinto, y ¿sabes? Por eso también debo darte un nombre, pues para mí ninguna estrella es igual a otra.

- Un nombre… nunca tuve uno, -suspiró la estrellita - ¿qué nombre me darás entonces?

- Becky… ese será tu nombre, y desde ahora, serás mi estrella y reflejaras mi luz sobre la noche del mundo.

Así fue como ésta Estrellita de Dios nació un día en el universo, y empezó a brillar con una luz que no es de ella, pero que es la única forma de resplandecer sin terminar disuelta entre la nada. Aun ve aparecer de vez en cuando una que otra estrella fugaz rompiendo las sombras, pero lejos de admirarla y querer ser como ella, siente una profunda tristeza y compasión, porque estas estrellas escogieron brillar por sí mismas, y se están consumiendo en el intento.

"Si algún día me ves brillar... y decides admirarme, antes de hacerlo debes conocer éste secreto, ésta luz no me pertence, es del unico ser que puede arder sin consumirse, El Sol... no el de la vía láctea, El Sol del Universo entero, El Rey de Reyes y Señor de Señores".

1Co 15:41 Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en resplandor.

El es el Dios que a las estrellas llama por su nombre… (Extraído de Job)

Edición: Cuentos de Bky no.4 2,007

EL REGRESO DEL SOL


La noche llegó helada escondiendo sus estrellas,

Y no pude evitarla…

Debí seguir al Sol cuando lo vi alejarse en el ocaso,

Correr… volar si hubiera sido necesario,

Pero solo quedé allí

Parada indiferente,

Sintiéndome segura de mi suerte.

Me extrañaba el Sol y vi correr su sangre,

Bañando las montañas…

Herido me llamaba y no quería dejarme

Adiós…. Pensé que me diría,

Pero solo me miró en silencio,

Y yo… soberbia… sin sentido

Dejé que se marchara y no supe detenerlo.

Sin más, le di la espalda a sus últimos destellos,

Y entonces reaccioné espantada

La noche había venido sin aviso.

Me volví tras mi Sol… pero era ya muy tarde

Se había ido… ¡estaba sola!

Rodeada de tinieblas y de abismos

Sin distinguir salidas ni caminos.

No presentí que al irse, su luz se llevaría

Y sus caricias tibias sobre mi piel…

Temblé de frío, de soledad y miedo,

En medio de las sombras de mi funesto duelo.

Lloré pero era tarde

Sin Sol no habría luz, caricias ni consuelo

Solo su sangre roja en mi último recuerdo.

Desvanecí mis fuerzas sobre el suelo,

Y helándome por dentro de tristeza

Mas por no estar mi Sol que por el hielo

Me quedé dormida…o tal vez muriendo,

Absorbida por la sombra en mi agonía lenta

Sin ganas de luchar… fui desapareciendo

Y la negrura me sorbía hambrienta.

Presa la inconciencia del dolor y el miedo

Me pareció un momento…

Solo por un momento entre mi oscuro sueño

Que el beso de mi Sol había vuelto

Luché por despertarme y por encontrarme a tiempo

De abrir mis ojos luego y entonces poder verlo

Apenas mis retinas reaccionaban y era cierto.

Allí estaba mi Sol brillando Majestuoso

Iluminando el cielo… Soberano y Pleno

Con su serenata de vientos entibiados

Trayéndome de vuelta los colores y los sueños

Y yo volví a nacer y volví a enamorarme

Descongelándo a tiempo mi corazón en riesgo

Logré ponerme entonces sobre mis pies de nuevo.

Bailaré la danza de la vida ahora

A la cálida luz de un amor encendido

Amo al Sol de un largo día sin ocaso

Y volaré en sus alas para siempre

Iré hacia donde vaya aunque rodee el mundo

En un amanecer interminable

Ya no habrá noche fría que pueda congelarme.



Becky Son, Julio 2007

Edición: Poesías Aspirantes. Abba Proyectos 2,007

viernes, 25 de enero de 2008

Dos noches, un trono, la pintura y el pintor

Soy la poseedora de una hermosa historia. Si mi vida fuera una pintura, los colores mas brillantes resaltarían en ella. También habría sombras, pero lejos de perjudicar el cuadro le darían un aspecto tridimensional. Después de todo la belleza se aprecia mejor gracias al contraste.

De pie hoy frente a la inmensa obra de arte, me invade un sentimiento muy antiguo, pero que yo conocí no hace mucho: plena satisfacción. Es muy probable que si alguien mas ve mi pintura haga una mueca de negación y desagrado, pues cada quien tiene su propia escala de valores y juzga de acuerdo a ellas, en comparación a su propio modelo ideal preestablecido. Le comprendería sin problemas y sin resentimientos, ¡hasta yo misma reaccioné así por un tiempo! Esperando poder sonreír cuando el paisaje cambiara, ignorando que quien tenía que cambiar era yo.

Debe ser ya de madrugada, tengo una vaga idea del tiempo transcurrido desde que me acosté a la media noche, no creo haber dormido mucho, pero mi mente está muy lúcida y despierta. Esta noche me trae otra noche, hace muchos años en Xela, cuando yo tenía unos 7. Mi hermanito Eduardo dormía en su cama a la par, oscuridad y silencio... como ahora. No recuerdo bien en qué pensaba, pero recuerdo que estaba triste, tenía la mirada fija en la silueta obscura de la antigua máquina de coser de mi mamá, que estaba a los pies de mi cama. Allí sumergida en mi pequeño mundo de niña, de pronto percibí que había alguien parado detrás de la máquina, levanté los ojos...y lo vi.

Sólo pude verlo unos pocos segundos porque instintivamente me escondí entre mis chamarras. De los detalles de su ropa o su rostro pude notar muy poco: un vestido blanco, un manto azul, y sus ojos, o mas bien su mirada fija en mí, proyectándome la serenidad del universo, combinando la autoridad y la ternura no se como. Debajo de mis colchas con el corazón latiéndome muy rápido escuché su voz: “YO SOY TU DIOS... Y SOLO YO”. Mi cerebro procesó el mensaje lentamente después de la voz: “yo soy tu Dios... y solo... yo” ¡Entonces debe ser Jesús! Pensé. Y pudiendo más la curiosidad que el susto saqué despacito la cabeza para ver... se había ido.

Al día siguiente le conté a mi mamá sobre la singular visita, le pregunté qué significaba lo que él me dijo, y ella me respondió sin complicar para nada el mensaje, que Dios no quería que yo amara algo más que a El, pues todo lo que se ame mas que a El se convierte en un ídolo. Eso tenía sentido, pues esa noche yo me había acostado triste porque mi hermano me había roto el póster de “Los Chicos”, lo único que yo había logrado tener de éste cuarteto de cantantes a pesar de mis constantes súplicas y lloriqueos pidiendo los discos, ir al concierto y toda aquella fiebre de artículos que vino con ellos.

Yo no lo supe entonces, pero esa noche Dios estaba poniéndole la etiqueta al archivo donde se guardaría mi historia. Estableciendo su propósito conmigo. Resumiendo en una sola frase sus objetivos para mi vida. Era sin duda el lado de mí con el que más tendría que trabajar, pero no se rendiría. Así le tomara muchos años, El conseguiría sentarse en el trono de mi corazón.

24 años después de aquella noche, me encuentro hoy otra vez en una habitación a obscuras. Mis hijos duermen a mi lado. Mis ojos perciben las sombras serenas y deliciosas de la noche, pero yo solo puedo absorta contemplar la maravillosa pintura de mi vida: En la parte de arriba tiene escrito el tema: “YO SOY TU DIOS... Y SOLO YO”, y luego la firma del pintor se lee: “Jesús...”. Entonces me doy cuenta que no estoy sola, otra vez está El aquí conmigo, trajo la pintura para que yo pueda ver como va. Si, también El se siente satisfecho ¡cómo hemos avanzado! Sin duda sabe lo que aun debe agregarle, El es el artista... El Pintor, completará la obra.

Sonrío ante el paisaje, mientras mi espíritu baila, ¡canta!.. ¡celebra!, y su Espíritu baila conmigo, de pronto éstas cuatro paredes no pueden limitarme, no estoy en éste cuarto sino en el universo. Esto me ha sucedido antes... ¡sí! Es su presencia, se me hace cada vez mas familiar. Mi voz de pronto interrumpe los reverentes sonidos nocturnos, y temblando como una novia enamorada, apunto de llorar y apunto de reír, 24 años después de aquella noche, con absoluta certeza he respondido: “Sí Señor... TU ERES!”

Sin embargo el viaje desde aquella noche hasta esta, no ha sido fácil para El ni para mí. Cuando fui adolescente llegué aun a dudar de su existencia. No se donde aprendió este corazón a cuestionarlo todo, y no se puede poner en el trono a alguien en quien no se cree totalmente, así que si el trono se queda sin rey es fácil que cualquiera lo suplante. Luego creí en Dios de verdad, pero no podía entenderlo, no se quien le dijo a mi corazón pretencioso que tenía que entenderlo todo. Tampoco se puede poner en el trono a alguien cuando se quiere saber mas que El. Así que el trono vacío siempre era aprovechado por alguien o por algo mas, incluso lo llegué a ocupar yo misma. Jamás me sentí tan torpe como entonces.

Así muchos reyes pequeños y grandes pasaron por el trono de mi corazón. Todos fracasaron, me fallaron y me traicionaron, porque ninguno me enseñó a ser feliz, y eso era todo lo que yo quería. Pero en fin yo siempre volvía a darle el trono a otro rey, pues existe sin duda algún mecanismo de defensa del corazón inseguro, que necesita aferrarse a algo por útil o inútil que sea. Estamos programados desde el momento justo de nuestra creación para encontrar la plenitud de la vida SI Y SOLO SI Dios ocupa el trono. De lo contrario, nada ni nadie por maravilloso, exitoso o noble que parezca hará que el sistema funcione.

Por supuesto jamás reconocí públicamente a los reyes suplantadores, en cualquier momento que tuve que decir que Jesús era mi Señor, lo dije, ¡y muy convencida!. Tristemente no era así, y Dios lo sabía. Su diagnóstico para mí estaba escrito en Isaías 29:13: “Dice pues el Señor: porque este pueblo se acerca a mi con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mi no es mas que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”.

¿Quién me oyó orar? Le oraba a Dios. ¿Quién me escuchó hablar? Hablaba de Dios y muy bien. Si le hubieran preguntado a mis amigos ¿conocen a alguien que tema a Dios? Habrían respondido: Becky. No fingía, simplemente estaba convencida de que mi relación con Dios era la correcta, pero El no se conformaría con aquello. Dios quería el trono de mi corazón y no haría excepciones con nadie que tuviera que ser destronado, hasta que El lo ocupara.

Hizo conmigo como con Abraham: Su esposa fue estéril y ellos soñaron con un hijo mas que con cualquier otra cosa, Dios les prometió no uno sino una nación. La promesa llegó y nació Isaac, Abraham y Sara no podían ver otra cosa que no fuera ese bebé, ¿No era el mas lindo de la tierra? Lo habían esperado toda la vida... empezó a caminar y a hablar, y cada vez era mas gracioso, inteligente y ¡cómo se parecía a ellos!. Pero un día Dios le pidió a Abraham que sacrificara a su hijo en un altar. Sin duda miles de sentimientos turbaron la vida de ese hombre, quizás llegó a pensar: “No tengo que hacerlo, esto no viene de Dios, no es razonable, ¿por qué quitarme lo que El mismo me dio?”. Pero Dios lo estaba probando, quería el trono de su corazón, (que podría ocupar el niño).

Abraham estaba ante una difícil decisión ¿sería un padre abnegado o sería un hijo obediente? Decidió ser un hijo obediente aunque le costara su mas bello sueño de ser padre. Pero cuando Abraham fue un hijo, Dios fue un padre y entonces salvó a Isaac, sabía que le diera lo que le diera a aquel hombre, nada podría quitarle el trono de su corazón era suyo por sobre cualquiera.

Yo también le di a mi Isaac y le di por fin el trono de mi corazón. Pero jamás podré darle a El mas de lo que el me da a mí, así que entonces Dios me dio el tesoro de la vida, lo abrí y había allí joyas de todos colores, tamaños y diseños. Una de ellas se llama libertad, otra se llama gozo, hay una que constantemente busco para ponerme: se llama paz, joyas de valor incalculable. Me dio el tesoro que busca el hombre mas rico del mundo y el mas pobre, el tesoro que buscan los mas famosos y hermosos. ¡Me lo dio a mi!, y no conforme, el Dios que ahora es mi Dios y también mi padre, me devolvió a Isaac, y me añade cada día regalos que antes yo procuré con afán y dolor. ¡Siempre quiso dármelos! Pero era necesario primero sentarse en el trono, y estar seguro de que nada volvería a quitarlo de allí.

La felicidad llegó a mi corazón, cuando mi corazón encontró al verdadero Rey y se convirtió en un súbdito, el Rey decidió que no solo sería el Rey, sería un Padre y yo sería su hija. Lo menos que puedo hacer ahora es vivir por ese Rey y por su reino, pero siempre quedaré en deuda porque me dará recompensas, por mas que le de todo lo que tengo y todo lo que soy, El siempre tendrá algo mas para mí.

Soy poseedora de una hermosa historia de amor, en la que conocí a un Rey que no solo peleó por mí, sino me peleó a mí con amor rotundo. ¿Se podrá levantar alguien para decirme que mi vida no es bella?, es la historia bella, que quiso plasmar en colores un romántico Pintor. Hoy vino a mostrarme su esmerada pintura... y estoy maravillada la empezó una noche como ésta, hace 24 años, cuando dispuso el tema y preparó el pincel.

Son las 4 de la mañana, el sueño ha vuelto. Dormiré plácidamente, mi corazón está seguro gobernado por su Rey, un Rey inalterable, invencible, a veces también inexplicable... pero ya no lo cuestiono, confío. Después de todo es también mi Padre, elegirá lo que sea mejor y mientras le obedezca estaré bien. El Rey que no se rinde cuando ama, y que jamás me dejará de amar. Cierro los ojos y sobre mi almohada recuesto mi cabeza, han vuelto los sonidos reverentes de la noche, y el aire me trae el arrullo de una dulce canción, dice: “Duerme confiada mi princesa, descansa... yo te cuido... YO SOY TU DIOS Y SOLO YO”


Becky Son
Escrito: Octubre 2,006.